martes, octubre 24, 2006

Tumbas perdidas en el tiempo



HALLAZGO EN AMAZONAS
Fuente : El Comercio - Peru
Por Wilfredo Sandoval Bayona

Lo que comenzó como una herencia se convirtió en un nuevo descubrimiento arqueológico que nos pone frente a más información de la cultura Chachapoyas.

En el último mes, el destino ha cambiado radicalmente la vida de Bernardo Chuquizuta Huamán. De ser un humilde campesino dedicado al cultivo de papa ha pasado a ser el autor del hallazgo de un conjunto de sarcófagos de la cultura Chachapoyas.

Esta historia se inició la mañana del 20 de octubre durante la delimitación de un predio de 250 hectáreas que siete hermanos heredaron de su padre en las montañas del distrito de Kohechan, provincia de Luya, distante unos 45 kilómetros de la capital de Amazonas.

El más 'perjudicado' con la repartición de la herencia fue Bernardo, a quien le tocaron apenas siete hectáreas. Sin embargo, la nueva propiedad le deparaba una sorpresa, pues en su terreno hay un complejo arqueológico, que incluso podría dar nuevas alegrías porque no solo tiene como epicentro una galería de sarcófagos, sino otras evidencias que permanecen ocultas en el denso bosque enclavado en el bosque húmedo del cerro Penamal.

Chuquizuta nos contó que en esa oportunidad, él, sus hermanos mayores Porfirio y Ananías y su cuñado Édgar Mendoza se trasladaron hasta lo más alto de la montaña para delimitar el potrero en el que además de ganado vacuno iba a dedicarse al cultivo de nuevas hectáreas de papa.

Mientras luchaba para despejar la enmarañada vegetación que le iba a permitir instalar los hitos de la nueva demarcación, el filudo machete de Bernardo tocó las duras rocas de un farallón (una plataforma natural ubicada en medio del cerro) donde había unas imágenes que lo pusieron nervioso, a las que no pudo apreciar con nitidez porque estaban cubiertas por bejucos, árboles e interminables lianas, que le daban un toque de misterio y superstición a la vez.

Un tanto asustado, llamó a sus familiares y en grupo empezó a abrir una pequeña trocha que luego les permitió tener una idea de lo que habían encontrado. A medida de que despejaban la vegetación, lo primero que apareció fue una estatua de más de un metro y medio de alto.

Las difíciles condiciones del terreno solo le permitieron observar el perfil de la efigie, por lo que pensó que se trataba de algo aislado. Pero cuanto más avanzaba, se dio cuenta de que en medio del cerro, y a una altura de 2.796 metros sobre el nivel del mar, permanecía un conjunto de sarcófagos de singular importancia, semejantes a los que existen en la localidad de Karajía, que son tumbas donde los antiguos chachapoyas (1110-1300 d.C.) enterraban a los integrantes de la élite que los gobernaba.

Una vez que ordenó sus ideas y tras una reunión con sus familiares que lo acompañaban, Bernardo dejó las labores del campo y viajó a Chachapoyas para entrevistarse con el director del INC, Herman Corvera.

Tras hacerlo esperar varias horas, el funcionario decidió atenderlo pero con mucha incredulidad. No era el primero que llegaba con historias relacionadas con vestigios arqueológicos, pues muchos campesinos cada semana se acercan a la dependencia estatal para informar sobre hallazgos en sus predios.

Pero la historia de Bernardo Chuquizuta era diferente. Unas cuantas fotografías fueron suficientes para convencer al jefe del INC, quien dispuso que el arqueólogo Manuel Malaver Pizarro se encargara de confirmar el hecho

LA EXPEDICIÓN

A bordo de un pequeño camión de propiedad de la institución y tras seis horas de viaje, cuatro de las cuales fueron una sacrificada caminata por empinados cerros, el arqueólogo confirmó que estaba frente a uno de los hallazgos más importantes de las últimas décadas en la difícil geografía del departamento de Amazonas.

Una de las tareas preliminares fue elaborar un registro de lo que encontró. Lamentablemente, en su informe tuvo que consignar que los veinte sarcófagos sufrieron daños de diversa magnitud, pero en todos ellos un lamentable hecho se repetía: los fardos funerarios que debían estar dentro de los sarcófagos ya no existían.

De retorno a Chachapoyas, Manuel Malaver dio a conocer todos los detalles al director Herman Corvera, quien por razones estratégicas decidió guardar bajo siete llaves el hecho. Lo hizo para evitar que personas inescrupulosas llegasen hasta la zona, depredaran el lugar y afectasen el único sarcófago que aún conserva un fardo funerario intacto, tal como lo colocaron los antiguos chachapoyas hace unos mil años.

Por el momento, los sarcófagos se encuentran a salvo de los depredadores porque están dentro de una propiedad privada, ubicada en una zona alejada de Chachapoyas, pero lo que más preocupa a los especialistas es que la plataforma que los sostiene podría caerse en cualquier momento debido a que se ha debilitado por el paso de los años.

Los especialistas del INC de Chachapoyas alistan una segunda expedición, ya que existe la posibilidad de que en los alrededores del farallón se encuentren más sarcófagos cubiertos por la vegetación. Las estructuras circulares de piedra (posiblemente viviendas) son evidencias de que el lugar fue el asentamiento de un grupo étnico identificado como los luyachillaos, según informaron los entendidos en el tema.

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